Aunque solemos pensar que los gatos odian el agua, la realidad es más matizada: su historia evolutiva, las experiencias tempranas y hasta la genética influyen en esta relación. Algunos felinos incluso pueden llegar a disfrutarla, siempre que el contacto sea gradual, positivo y respetuoso.
Por Josefina Hirane
Un gato se asoma curioso a la tina. Ojos atentos, orejas erguidas, observa cómo el agua comienza a caer y llenar el fondo. En un abrir y cerrar de ojos, da un salto hacia atrás y desaparece del baño, como si aquello fuese una trampa peligrosa. La escena parece típica y refuerza la creencia de que los gatos “odian” el agua. Pero, ¿es realmente así?
La Dra. Valentina Iglesias, médica veterinaria y etóloga clínica felina (@etologiafelina.emivet en Instagram), explica que la respuesta es más compleja de lo que solemos pensar.
El origen de la aversión
El rechazo al agua tiene raíces profundas en la historia evolutiva de los gatos. “El principal ancestro de nuestro gato doméstico es el gato montés africano (Felis lybica), proveniente del Medio Oriente, los cuales vivían en ambientes áridos y desiertos sin mucho acceso al agua. Al tener un proceso de domesticación tan corto (aproximadamente de hace 7.000 a 10 mil años atrás), siguen manteniendo sus conductas ancestrales”, detalla Iglesias.
Esto significa que la mayoría de los gatos no desarrolló, en su historia como especie, un vínculo natural con el agua. Sin embargo, como añade la especialista, “pueden haber excepciones”. De hecho, existen razas que parecen disfrutar más de esta experiencia, y esas características genéticas pueden transmitirse a sus descendientes.
Experiencias tempranas: el peso de los recuerdos
El instinto no es la única explicación. También influyen las vivencias de los gatos en su etapa de cachorros. Iglesias advierte que muchas veces los humanos, con buenas intenciones, generamos el problema: “De gatitos en muchas ocasiones los bañamos porque creemos que es necesario, cuando al final solo estamos generando una aversión a esta experiencia. Y cuando generamos una aversión, siempre que se vuelva a exponer a esta situación, intentará evitarla”.
En otras palabras, un gato que en su infancia vivió un baño estresante probablemente asociará el agua con una experiencia negativa y, cada vez que la enfrente, buscará huir.
Los gatos que disfrutan del agua
Aunque parezca extraño, algunos gatos pueden sentirse cómodos en contacto con el agua. Iglesias explica que esto ocurre cuando confluyen dos factores: genética y socialización positiva. “Gatitos que hayan sido introducidos al agua de pequeñitos de la manera correcta, de manera gradual y emparejado con refuerzo positivo, en conjunto con la ayuda de ciertos factores genéticos que pueden ser derivados de ciertas razas felinas que sí son más afines al agua que otras (algunas razas como el Maine Coon, Bengala, aunque no todos), sí podemos tener como resultado gatos que disfruten del agua”, aclara.
Así, no es raro ver videos de gatos Maine Coon jugando en lavamanos o bengalíes que se meten voluntariamente a la ducha.
¿Cuándo sí bañarlos?
Contrario a lo que muchos creen, bañar a los gatos no es un requisito de rutina. “Se me ocurre que solamente necesario sería en caso de aplicar algún shampoo medicado en ciertas patologías dermatológicas”, precisa la etóloga.
En esas situaciones, lo importante es no improvisar y asegurarse de que el proceso no termine en una experiencia traumática. Iglesias aconseja introducir al gato de manera paulatina: “Si tenemos una bañera, primero acostumbrar al gato al sonido del agua, y cada vez que este suene, darle lo que más le motive (premios, cariños). Luego intentamos que por cuenta propia entre a la bañera más refuerzo positivo. Luego ponemos un poco de agua y que solo le moje las patitas y así cada vez podemos ir llenando más la bañera con agua”.
El punto clave, advierte, es que el gato conserve siempre la libertad de retirarse: “En todo momento debemos darle la oportunidad a nuestro gato que ignore la situación si gusta y no sentirse forzado, ya que si no lograremos una aversión al agua”.
Paciencia y refuerzo positivo
El baño no tiene por qué ser un episodio de terror. Con paciencia y la técnica adecuada, puede transformarse en una experiencia más llevadera. “Lo que más hace que estos procesos sean exitosos es la paciencia, constancia y la exposición gradual y controlada a estos estímulos, siempre con refuerzo positivo”, concluye Iglesias.
En definitiva, no todos los gatos odian el agua; algunos incluso pueden aprender a disfrutarla. Lo importante es comprender sus orígenes, respetar sus límites y, cuando sea necesario, introducirlos al agua con cariño, paciencia y cuidado.