Leyes más claras, registro obligatorio y mayor conciencia ciudadana han cambiado la forma en que el país se relaciona con sus animales de compañía. Pero el abandono, el maltrato y la débil coordinación institucional aún desafían a un sistema que busca protegerlos de verdad.

En los últimos años, Chile ha dado pasos importantes para reconocer a perros y gatos como seres que merecen una vida digna, segura y libre de maltrato. Aunque aún quedan desafíos, el país cuenta hoy con un marco legal más robusto y con instituciones llamadas a protegerlos. ¿Qué ha avanzado realmente la legislación? ¿Qué falta por mejorar? Aquí te lo contamos, con fuentes oficiales y la mirada experta de Marysabel Pavez, abogada de la Fundación Derecho y Defensa Animal.

El punto de inflexión, sin duda, fue la Ley 21.020 sobre Tenencia Responsable, más conocida como Ley Cholito, promulgada en 2017. Esta normativa instaló por primera vez un marco claro sobre lo que significa hacerse cargo de un animal: no solo cuidarlo y alimentarlo, sino también evitar que cause daños, velar por su salud y, sobre todo, responsabilizarse por su bienestar. Junto con ello, se creó el Registro Nacional de Mascotas, un sistema que permite identificar a cada perro y gato mediante microchip o collar con código único. La intención de este registro es facilitar la persecución de casos de abandono, reforzar la trazabilidad y desincentivar prácticas que antes quedaban impunes, aunque todavía falta evidencia concluyente sobre cuánto de eso se ha logrado en la práctica.

La abogada Marysabel Pavez explica que los avances no solo se han notado en la dimensión legal, sino también en el cambio cultural que provocó. “Ha cambiado la percepción que la gente tiene hacia las mascotas. La ley ayudó a visibilizar problemáticas reales que antes no eran tomadas con la misma seriedad”, dice. Para ella, la inscripción obligatoria tuvo un efecto clave: “el sistema de inscripción ayudó a individualizar a los animales y a hacer un seguimiento más claro de las responsabilidades del tenedor”, enfatiza.

Pero la Ley Cholito no surgió de la nada. Se apoyó en un marco previo ya existente: la Ley 20.380 de Protección Animal, de 2009, que estableció principios generales sobre el respeto, el buen trato y la prohibición de maltrato. Aunque con el tiempo fue considerada insuficiente, marcó el inicio de una ruta jurídica que comenzó a dejar atrás la visión de los animales como simples bienes muebles. También se han sumado otras herramientas, como el reglamento de tenencia responsable y la modificación al Código Penal que endureció las penas para casos de crueldad, permitiendo incluso presidio en situaciones graves.

Sin embargo, este progreso convive con obstáculos que siguen siendo muy profundos. “El mayor desafío tiene que ver con que la gente se atreva a denunciar ante situaciones de maltrato y, con ello, que el aparato judicial esté en línea con estas denuncias. Para tener un sistema eficiente necesitamos que instituciones como Fiscalía y las policías estén informadas y ejecuten su trabajo de manera integral”, agrega.

El abandono también sigue siendo un problema estructural. Según el primer Censo Nacional de Perros y Gatos en Chile, realizado por la Escuela de Medicina Veterinaria UC en conjunto con el Programa Mascota Protegida de la Subsecretaría de Desarrollo Regional y Administrativo, existen cerca de 4 millones de perros y gatos sin tutor.

Por otro lado, Chile todavía no reconoce a los animales como “seres sintientes” en su legislación, algo que ya han avanzado países como España, Francia y Portugal. Ese cambio no es solo simbólico: permitiría ajustar otras normas abriendo la puerta a estándares más exigentes de protección y a una mirada más moderna sobre el rol de los animales en la sociedad. Varios proyectos han buscado este reconocimiento, pero hasta ahora no han prosperado del todo.

Pese a ello, es innegable que Chile ha avanzado hacia un concepto más responsable y respetuoso de la convivencia con animales de compañía. Hoy existe un marco legal claro, un registro nacional para identificar a perros y gatos, sanciones más estrictas para el maltrato y una ciudadanía que, cada vez más, reconoce la importancia de proteger a quienes comparten su vida con nosotros.