Las fiestas alteran tres pilares del bienestar animal: rutina, territorio y entorno social. El veterinario y etólogo Gaspar Romo detalla por qué ciertos perros y gatos son más vulnerables al estrés navideño, cómo se expresa en cada especie y qué estrategias de manejo y apoyo profesional pueden marcar la diferencia.

Luces, música, visitas, cambios de horario y fuegos artificiales. Mientras para muchas personas la Navidad y el Año Nuevo son sinónimo de celebración, para perros y gatos estas fechas pueden transformarse en una experiencia altamente estresante. Desde la etología, la explicación está en cómo estos eventos alteran elementos clave para su bienestar: la rutina, el territorio y la sensación de control.

“El mantener una rutina predecible y un entorno familiar es súper importante para reducir la ansiedad en perros y gatos”, explica el médico veterinario y etólogo Gaspar Romo. Según señala, las fiestas familiares concentran una serie de cambios que, en animales más vulnerables, pueden detonar respuestas de estrés intenso, miedo e incluso fobias. “Todos estos cambios implican que ciertos pacientes se sientan particularmente ansiosos en la medida que se exponen a estímulos novedosos a los que no están habituados del todo”, advierte.

Sobrecarga sensorial y pérdida de control

Uno de los factores más relevantes es la sobrecarga sensorial. Ruidos fuertes, fuegos artificiales, música alta, olores nuevos y una mayor presencia de personas pueden sobrepasar la capacidad de adaptación de algunos animales. 

A esto se suma la alteración del territorio, especialmente relevante en el caso de los gatos. El armado del árbol de Navidad, los regalos, los adornos y los cambios en la disposición de los muebles introducen estímulos nuevos que pueden resultar altamente estresantes.

Los cambios de horario también pesan. Comer más tarde, pasear a destiempo, dormir con interrupciones o pasar más horas solos (o, al revés, con demasiada gente alrededor) puede desestabilizar a perros y gatos. En perros, además, los paseos suelen volverse más exigentes por el aumento de tránsito y movimiento en la calle durante diciembre

“El estar expuesto en el día a día a una rutina predecible y a un entorno controlado ayuda mucho a minimizar la sensación de estrés y ansiedad. Es como una base de seguridad”, explica Romo. Cuando esa base se altera, el impacto emocional puede ser significativo.

¿Perros y gatos reaccionan distinto?

Aunque existen algunas diferencias entre especies, Romo enfatiza que el perfil individual suele ser más determinante que si se trata de un perro o un gato. 

Dicho eso, en la práctica clínica se observan algunas tendencias. Los perros suelen manifestar con mayor claridad las fobias a ruidos, especialmente frente a fuegos artificiales. En los gatos, en cambio, el impacto puede ser igual de alto, pero más silencioso. “Los gatos tienden a manifestarlo de manera más pasiva, por lo que muchas veces no se consulta, a diferencia de lo que pasa con los perros”, explica.

El apego territorial también marca una diferencia clave. “Los gatos son mucho más apegados a su territorio, entonces cualquier cosa que lo cambie los va a afectar mucho más”, afirma Romo. Por eso, situaciones como sacar a un gato de la casa para una celebración familiar o recibir visitas con otras mascotas pueden resultar especialmente estresantes para ellos.

La importancia del perfil y la historia del animal

No todos los animales reaccionan igual. Factores genéticos, experiencias tempranas, nivel de socialización, vivencias traumáticas previas y estado de salud influyen directamente en la forma en que enfrentan estas fechas. “Si un perro o un gato está con dolor o con algún malestar físico, también es probable que esté más irritable y con mayores dificultades para adaptarse ante ciertos cambios”, advierte Romo.

Prevención y acompañamiento: las claves

Para el especialista, el enfoque principal debe ser preventivo. La familiarización temprana con distintos estímulos, una socialización adecuada y la exposición gradual y positiva a ruidos o situaciones nuevas pueden marcar una gran diferencia en la adultez.

En animales que ya presentan estrés o fobia, Romo recomienda consultar con un especialista con anticipación. Contar con un espacio seguro dentro del hogar, permitir que el animal se aísle si lo necesita, reducir el impacto auditivo, usar música y elementos familiares, y evaluar el uso de feromonas pueden ser medidas útiles como manejo.

Sin embargo, el etólogo es enfático en advertir sobre las supuestas soluciones mágicas. “Un perro que tiene una fobia severa a los fuegos artificiales no va a mejorar significativamente solo con suplementos, aromaterapia o feromonas”, explica. “El riesgo es que eso le dé al tutor una falsa sensación de seguridad y el animal siga pasándolo mal”.

Por eso, insiste, el acompañamiento profesional es clave. “Son problemas complejos, y muchas veces se requiere terapia conductual y, en algunos casos, apoyo farmacológico, siempre guiado por un especialista”, concluye. Entender que la Navidad no se vive igual para todos —ni siquiera dentro de la misma casa— es el primer paso para cuidar realmente el bienestar de perros y gatos en estas fechas.